El fanático religioso

La felicidad de un niño (y grande) en tres sabores.


Cuando fui niño, mis padres se mudaron a Soledad de Doblado, una pequeña ciudad a una hora del puerto de Veracruz. Estuvimos ahí por 12 años.


Tuve una infancia feliz, no puedo quejarme. Los sábados y domingos íbamos al río, o al mar, o si íbamos a misa era cosa segura de que íbamos a comprar un "Tres Marías", un postre que constaba de 3 bolas de helado grande (Chocolate, vainilla y fresa), junto con sus galletas de chocolate y un vaso de horchata. Muerte diabética.


Todo era "miel sobre hojuelas". Pero ocurrió un evento que, sin saberlo, cambiaría mi vida para siempre: Mi madre se convirtió al Evangelio de Jesucristo.


La verdad es que el cambio me gustó mucho... al principio. Pues mis primeros años de vida siempre vi las imágenes católicas con temor. Sentía que se iban a mover y a agarrarme... a hacerme daño. El no volver a estar cerca de esas estatuas que me producían miedo fue ganancia.


El detalle es que sentí que nuestras salidas sociales disminuyeron porque a mi madre le gustaba ir mucho a la iglesia. Por ese lado "salí perjudicado".


Como sea, normalmente a mí gustaba asistir a la iglesia evangélica, excepto los días que sabía iban a pasar algo que me interesaba en la TV.


Pero todo lo anterior lo dije para explicar lo siguiente: Un compañero de la escuela se enteró de que yo dejé de asistir a la Iglesia Católica para ir a una iglesia cristiana/evangélica/protestante. Él creía que con ir a una iglesia cristiana uno se convertía en cristiano, así como ir a misa uno se convierte en católico (aunque en realidad un católico es desde el bautismo infantil y uno se convierte en cristiano cuando recibe a Jesús como Señor y Salvador).


Como sea, este compañero de escuela (cuyo nombre no recuerdo, la verdad), me hizo la vida imposible desde aquél día: No soportaba la idea de que dejaba la religión que él profesaba con tanto celo. No soportaba que ahora iba a orar a Jesús directamente, y no a imágenes, ángeles, muertos, santos y vírgenes.


Este individuo buscaba la forma de amolarme la vida. Se burlaba de mí, me decía de groserías, trataba de poner a los demás en mi contra (sin lograrlo). Cada vez que me miraba, yo veía en sus ojos odio.


Quizás lo que más me impactó de él fue que me llamaba "p***** evangelista" en lugar de mi nombre.


Una ocasión convenció al más grande del grupo para hacerme una mala jugada: Era un día festivo, en donde participamos todo el grupo en un desfile (Siento que cada mes participaba en un desfile, en fin), el cual terminaba en el Centro de la ciudad. La cosa fue que al terminar nuestra participación, él y el grandulón me tomaron a la fuerza y me llevaron a rastras hacia la Catedral.


Y en la pura entrada estaba, acostado en su ataúd de cristal, ensangrentado, un "cristo" muerto.


"Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen; manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; ni hablan con su garganta; como ellos son los que los hacen, y cualquiera que en ellos confía." (Salmo 115: 5-8 RVG)


Y yo frente a uno de mis mayores temores, agarrado por dos abusones.


Le tuve miedo a 4 cosas en la vida: La oscuridad, los alacranes, las grandes alturas... y a lo que tenía enfrente en ese momento.


Adivinen cuál era la condición para salir de ahí. Adivinen.


...


...


...


Pues la condición de mis captores para soltarme era simplemente...


...


...


...


Besar los pies del "cristo".


El horror.


Entonces yo comencé a moverme, a hacer mucha fuerza con todo el cuerpo, a zarandearme como mochomo [hormiga] con insecticida, ¡y me solté! Salí corriendo "como alma que lleva el diablo". No miré atrás. Pasé a un lado de donde vendían el "Tres Marías", pero no tenía tiempo de comer, debía huir. Me refugié entre otros compañeros.


Eso ocurrió un viernes. El lunes el fanático religioso le dijo a todos que me puse "rojo como el demonio" y que huí porque "tenía el diablo dentro". ¡El chamuco era él, fanático mente-tonta!


Recuerdo que seguí batallando con él varios grados de la escuela primaria, hasta que un día, en el último año, me enteré de que ya no lo iba a ver porque lo habían cambiado de grupo. ¡Aleluya!


Entonces ese mismo rato, ¡se aparece en la puerta! y me dice: "Ni creas que me te vas a librar de mí sólo porque estoy en otro grupo". ¡Gulp! Comencé a considerar la posibilidad de aprender artes marciales. Pero no fue necesario, porque...


Esa fue la última vez que lo vi.


De vez en cuando oro por él.


Me acordé mucho de este tipo por causa de los asesinatos a los miembros de la revista Charlie Hebdo. Sé que mi anécdota no se compara a esta desgracia, pero existe algo en común: Una mente cerrada por la religión produce fanatismo, y el fanatismo produce violencia... y muerte.


El Evangelio de Cristo no es una religión: Es una relación personal [amistad/reconciliación] con Dios... y produce amor y vida.


Cuando se acaban los argumentos, vienen los pretextos, las mentiras y la violencia. Si una persona no puede defender sus creencias de forma civilizada, es mejor quedarse callado. Si haces lo contrario, habrá muchos problemas para todos. Es por eso que los católicos del pasado mataron a incontables protestantes, igual que lo hacen católicos hoy día en zonas apartadas, islámicos en sus países, hinduitas en la India, etc.


Es triste que también me he encontrado con "cristianos fanáticos", reaccionando de forma equivocada. Quizás no maten a alguien pero dan un mal testimonio. Los invito a todos ellos a que sean sabios y se comporten de forma correcta: Como lo haría Cristo.


Y por favor: Oren por todos aquellos que les hicieron sufrir alguna vez.




Respuestas


Si alguna vez has pensado que el Cristianismo es igual de bobo e ignorante que las demás religiones del mundo, te invito a descargar y leer el libro de Mark Cahill A un latido de distancia. Tiene respuestas sencillas a grandes preguntas que quizás te hayas hecho.


Que Dios los bendiga.




Atte.
El Broder
[pulgar arriba]

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